Alguien mide algo extendiendo un metro. Algún que otro muchacho contempla la escena. Pero nadie puede ver o medir todo aquello que se ha ido. Step se inclina sobre él en silencio, acaricia la cara del amigo. Un gesto de amor que no se hicieron nunca en todos aquellos años de amistad, que no les estuvo permitido nunca. Luego, le susurra llorando: Solo Dios sabe hasta qué punto fue sincero. Se ha acabado el café. De repente le entran ganas de que alguien le lea las noticias del Corriere dello Sport, de ver a aquel tipo molesto que aterrorizaba a la criada, que entraba en su casa y lo despertaba por la mañana, que pasaba por su vida bullicioso, risueño. Se pregunta cuánto tiempo hace que no se come un sándwich al salmón. Mucho, desde entonces. Pero, extrañamente, en aquel momento no le apetece. Puede que porque, si solo quisiera un sándwich, podría tenerlo.
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